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jueves, 10 de noviembre de 2011

Nuestra salud por narices.


Sentir asco es bueno para la salud

¿Te desagrada que te estornuden encima? ¿Detestas el olor a agua putrefacta o a calcetín sudado? ¿Te causan una aversión insoportable productos de tacto viscoso, las babosas o los gusanos? Sentir asco y repugnancia es bueno para la salud, puesto que ayuda a diversas especies, incluido el ser humano, a reconocer y prevenir enfermedades, según un estudio de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres difundido en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society B.

Gracias a la sensación de asco, desarrollamos un comportamiento higiénico que reduce nuestro contacto con patógenos que podrían causarnos enfermedades diarreicas, infecciones del tracto respiratorio, malaria, sarampión, tuberculosis y parásitos, entre otras. "Sin el asco, y las conductas higiénicas que este provoca, las enfermedades infecciosas causarían mucha más morbilidad y mortalidad tanto en nuestra especie como en todas las especies animales", explica Val Curtis, autora principal del estudio. Según Curtis, la simple medida de lavarse las manos con jabón es capaz de salvar un millón de vidas en un año.




¿Hay olores que acortan la vida?


Estudios recientes en organismos modelo (moscas, ratones…) y en humanos han revelado que las experiencias sensoriales pueden tener un impacto importante en cuestiones de salud, en el desarrollo atlético y en el ritmo envejecimiento. En concreto se ha confirmado que los gusanos y las moscas de la fruta que son incapaces de oler o saborear viven más tiempo.

Usando genética molecular, investigadores estadounidenses de las universidades de Michigan y Houston han tratado de averiguar a qué se debe. Y han conseguido demostrar que el olor que más altera la fisiología y afecta a la longevidad es el del dióxido de carbono (CO2). Según una serie de experimentos, las moscas genéticamente modificadas que han perdido la capacidad de oler el CO2 viven más que aquellas con capacidades olfativas normales. Además, son más resistentes al estrés. “Estamos trabajando duro para entender cómo la percepción sensorial afecta a la salud”, explica Scott Pletcher, responsable del estudio. “De algún modo hay un grupo de neuronas cuyo principal cometido es detectar el CO2 que son capaces de provocar cambios que aceleran el envejecimiento”. El reto ahora es entender cómo.

Texto extraído de http://www.muyinteresante.es/salud

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